Jamás hay que utilizar la violencia para que un caballo perfeccione sus capacidades; sino alternar con delicadeza exigéncias y recompensas; multiplicar los cumplimientos y reducir los castigos.
Si se logra que el caballo tome el paso que él adoptaría a su voluntad cuando despliega su belleza, aparecerá alegre y magnífico, orgulloso y feliz de haber sido montado.
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